En el verano del año 2000 el fichaje de Figo por el Real Madrid provocó un terrible daño en el Barcelona. El club, por entonces dirigido por Joan Gaspart, entró en una vorágine desesperada para poder encontrar pronto un relevo que pudiera hacer olvidar al portugués. Y en su desesperación cometió el error de fichar a algún que otro futbolista que no tenía ni mucho menos el nivel para vestir la camiseta azulgrana.

Un buen ejemplo de ello es el brasileño Geovanni Deiberson (Acaica, Brasil; 11 de enero de 1980). El conjunto catalán no dudó en gastarse 21 millones de euros a mediados de 2001 en este jugador que llevaba un par de años luciéndose en el Cruzeiro brasileño. A priori se trataba de un extremo rápido y habilidoso, con la calidad propia de los brasileños y la posibilidad de hacer un buen tándem con los otros jugadores culés de esta nacionalidad, Rivaldo y Rochemback.

Un fichaje muy caro, pero una venta también a alto precio

Sin embargo, no hubo que esperar mucho para que quedara claro que este delantero era un futbolista normalito que estaba lejos de marcar las diferencias. Apenas duró un año y medio en el club, participando en 47 partidos (1.471 minutos) y marcando únicamente dos goles. Por ello, en enero de 2003 el Barça decidió cederle al Benfica y el jugador se despidió asegurando que algún día volvería porque en su mente tenía la idea de "triunfar en el Barcelona".

Sin embargo, en Portugal lo hizo lo suficientemente bien como para que el conjunto portugués se animara a pagar su fichaje de 15 millones de euros y se hiciera con sus servicios en el verano de 2003. Y a partir de ahí empezaría una nueva etapa que duraría tres años, para después pasar por varios clubes como el Manchester City (2007/08), el Hull ingles (2008/10), el San José Earthquakes estadounidense (2010), el América brasileño o el Bragantino (también de Brasil), club este último donde se retiró a finales de 2013.