El pasado viernes Antoine Griezmann reconocía estar "harto" de que la prensa le pregunte una y otra vez por la posibilidad de recalar por el Real Madrid. Pero en el fondo estas preguntas son consecuencia de sus continuos gestos de acercamiento al Real Madrid, ya que él nunca ha negado tajantemente que algún día vaya a jugar en el equipo blanco. De hecho, en su etapa en la Real Sociedad no tenía reparos en admitir su preferencia por el merengue, aunque lógicamente tuvo que moderarse tras su fichaje por el Atlético.

Actualmente el francés es el gran ídolo del Vicente Calderón y uno de los mejores futbolistas del mundo. Él asegura estar muy feliz vistiendo de colchonero, pero en el fondo juega a dos bandas por dejar permanentemente abierta la opción de acabar algún día en Concha Espina. "No descarto nada, solo sé que estoy feliz en el Atlético y ojalá pueda seguir. A día de hoy no puedo decir si sí o si no al Madrid porque si lo hago estaría en la mierda. Nunca se sabe lo que puede pasar en el fútbol y desconozco si mi fichaje por el Madrid sería factible" aseguró tras el derbi del pasado sábado.

Son palabras muy diplomáticas que tienen el fin evidente de contentar a los aficionados de los dos clubes. Por un lado nadie del Atlético le puede negar su compromiso por los suyos, mientras que por otro el madridismo puede interpretar que él no se negaría si el Real Madrid llamara a su puerta. En definitiva, una postura muy inteligente de Griezmann que, sin embargo, tiene algunas grietas que en el Bernabéu se han encargado de recordarle.

Más que nada porque en el Madrid ya han transmitido al futbolista que este discurso le puede valer mientras sea jugador del Atlético, pero que si algún día decidiera dar el salto al gran rival debería cambiarlo radicalmente. Es decir, los responsables merengues tienen claro que para que Antoine cumpla su sueño oculto de acabar en el equipo blanco deberá llegar el momento en el que lo reconozca públicamente y solicite su traspaso. Un requisito de indispensable cumplimiento para que la historia tuviera un final feliz, ya que los 100 millones de euros que figuran en su cláusula invitan a una negociación entre todas las partes para llegar a un acuerdo satisfactorio.