Si el fútbol es un deporte tan popular en el mundo entero es por su tremenda imprevisibilidad. Ni siquiera ir ganando en el minuto 90 asegura un triunfo, aunque se trate de una final europea. Y el Bayern de Múnich puede dar buena fe de ello, ya que en 1999 sufrió una de las derrotas más crueles de la historia del fútbol mundial.

Dos goles en un abrir y cerrar de ojos

El 26 de mayo de 1999 el conjunto alemán se midió en el Camp Nou al Manchester United en la final de la Liga de Campeones. Cara a cara estaban dos de los equipos con más solera de la historia del fútbol europeo, por lo que no había ningún favorito antes del partido. Aunque el equipo bávaro no tardó en mostrar sus méritos para el título cuando Mario Basler abría el marcador tras sorprender a Schmeichel con una buen lanzamiento de falta.

Fue un tanto que convirtió en miedoso al Bayern mientras el United se lanzaba al ataque para igualar la contienda. Giggs y Beckham lo intentaban por bandas, pero sin ningún acierto. Así que Sir Alex Ferguson decidió mover el banquillo en la segunda parte para dar entrada a sus dos bazas ofensivas Sheringham y Solskjaer. Todo en vano, o al menos en apariencia... hasta que la historia cambió en el minuto 90.

Collina decretó dos minutos de prolongación, pero cuando quedaba uno solo Sheringham logró empatar al remachar a la red un tiro flojo de Giggs. 1-1 que desató la locura del United en la prolongación, por lo que el colegiado decidió añadir algo más al partido. Lo justo como para que el Bayern sacara de centro, perdiera el balón y concediera un córner.

Así que Beckham mandó el balón a la olla, Sheringham apareció para peinar el esférico al segundo palo y Soljskaer metió la puntera de la bota para clavar el esférico en el marco del Bayern. Era el gol de la remontada, del 2-1 y de la segunda Champions League del United. Un tanto histórico que el mundo jamás olvidará por ser la mejor demostración de que en el fútbol los milagros existen.